Fe, medicina y compasión: el legado de los fundadores del hogar Bet-El en lenguaje dominicano
Hace 42 años, una pareja de esposos médicos decidió dedicarse al servicio de los envejecientes, creando un hogar geriátrico en su casa de San Lázaro, en el Distrito Nacional. Aquí, los adultos mayores comparten, reciben servicios de salud, buena comida y participan en actividades recreativas.
Guiados por su fe cristiana, Ana Vicenta de Jesús Restituyo, que es gerontóloga, y José de Jesús Bidó Burgos, un neumólogo que ya falleció, transformaron su amor por el prójimo en la Fundación Hogar Bet-El, que ahora funciona como una unidad de atención primaria. A este lugar llegan los envejecientes por recomendaciones o traídos por otros. Es un ambiente de camaradería donde se comparten los achaques y quejas de la edad. Sus fundadores lo llaman "Jardín del Adulto Mayor", donde cada persona es como una flor.
Son casi 50 personas, la mayoría mujeres, que cada miércoles llegan desde las 8:00 de la mañana. Los reciben con café o té, les preparan su desayuno, luego una meriendita, y al mediodía un almuerzo bien balanceado, pensado para su edad.
Anny Bidó, la vicepresidenta de la fundación, tiene su humilde oficina en lo que era el cuarto matrimonial. Ella y su hermano decidieron dejar la casa para la Fundación y vivir rentados en otro lugar. Desde joven, Anny vio el ejemplo de sus padres y, en su honor, ella y su hermano han continuado la obra. Su papá murió en 2020, pero su mamá sigue activa buscando siempre ayuda para mejorar el servicio y ampliar la cobertura a más envejecientes.
"Nosotros hacemos atención de manera integral: chequeos médicos, tenemos aquí actualmente un programa que está en funcionamiento, se llama Jardín del Envejeciente o Jardín del Adulto Mayor. Nosotros damos atención médica, se les da esparcimiento, juegos, charlas, diferentes cosas hacemos aquí, los martes y jueves vienen para su chequeo médico, revisión, masajes y terapias", explica Anny.
Los viejitos no se quejan y siempre hablan del buen trato que reciben. Cotancia Herrera, mejor conocida como Lupe, con sus 74 años, mantiene un humor y una consciencia de la vida que motiva a todos. Ella dice: "Aquí me siento yo mejor que en mi casa, me siento de maravilla-¿Por qué?- oh, porque por todo el amor que no encuentro en mi casa, lo encuentro aquí. Principalmente con esa hija del doctor Bidó (Anny)... el doctor Bidó era para mí como un hermano, como un pai, como todo".
Isabel Beltré apenas lleva un mes yendo al hogar, pero está contenta con el trato y el compañerismo. "Yo tengo un mes aquí y parece que hace un año y pico, porque me siento muy bien. No quisiera irme nunca de aquí hasta que no me llegue la hora de partir para otro lado, pero estoy muy feliz aquí", dice.
María Vásquez Vargas es la coordinadora del Programa Jardín Mayor. Ella es quien recibe a los envejecientes, los registra y se asegura de que cada uno se sienta bien, les toma la presión y otros signos vitales, y organiza actividades para entretenerlos dentro y fuera del hogar.
"También hacemos una sesión de spa, que esa la dirijo yo, con mi conocimiento de cosmetría, donde se le lava el cabello, se le arregla las uñas, dígase manicura y pedicura, procuro también ponerle crema ultrahidratante, porque para nosotros lo importante es que la piel de ellos se mantenga bonita, suavecita. Se sabe que con el tiempo se pierden algunos nutrientes y nosotros hacemos eso", comenta María.
Trabajar con adultos mayores es lo que más les gusta. "Si esos hombres y mujeres están en este hogar es porque fueron buenos padres, buenos vecinos y lo que estamos haciendo aquí es dándole amor, yo soy de las que dice que el que siembra cosecha", añade.
Actualmente, la Fundación no recibe ninguna ayuda del Estado y tienen que arreglárselas con lo poco que tienen. La Asociación Popular de Ahorros y Préstamos (APAP) siempre los ha apoyado, y como dice la vicepresidenta Anny Bidó, sin ese respaldo no podrían recibir a los envejecientes.
Entre las necesidades más urgentes está ampliar el local o mudarse a uno más cómodo y contar con más personal médico para las consultas y tratamientos. Quieren que, en vez de recibirlos solo los miércoles, sea diario, pero sin recursos no es posible.
Ana Vicenta de Jesús Restituyo cuenta que, junto a su esposo, había creado tres sedes: la actual en San Lázaro, en Monte Plata y María Auxiliadora, pero sin apoyo económico tuvieron que cerrar dos.
En un principio trabajaban con mujeres embarazadas, niños, deportados y presos sin hogar ni comida al salir de la cárcel. Aspiran a tener cuatro médicos, la misma cantidad de enfermeras, y un autobús para transportar a los ancianos, muchos de los cuales tienen que caminar largas distancias desde otros barrios y cruzar peligrosas calles y avenidas.
También buscan una infraestructura más acogedora y acorde con la demanda. Aunque Ana Vicenta ha trabajado por más de 40 años, quiere descansar y dejar el legado familiar a sus hijos. Pero desea mejores condiciones para seguir operando, así que hace un llamado a manos generosas que sigan aportando por los envejecientes para que tengan mejor calidad de vida en su vejez.
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