VIDEO | Laura Malo: la DJ colombiana que se salvó de un ataque de Hamás en el Festival Nova

De la pesadilla a sanar con el poder de la música, la artista le contó su historia a Diario Libre.

Mira, debajo de su fachada dura, Laura Malo es una mujer sensible con una historia de vida bien complicada. Ella es DJ, música, cantante y compositora colombiana que vive en Israel. Sobrevivió una de las peores tragedias recientes. El 7 de octubre de 2023 fue al festival Tribe of Nova, que se convirtió en el centro de un ataque terrorista que mató a cientos de jóvenes que solo querían pasarla bien. Ese evento, también conocido como Supernova, se hizo en el desierto del Néguev.

Malo sobrevivió a la masacre que hicieron miembros de Hamás y civiles palestinos, un ataque que dejó muchos muertos, heridos y secuestrados. Ella dice: "Fue como una pesadilla, aunque ni siquiera una pesadilla puede describir lo que vivimos. Todo comenzó a las seis de la mañana, cuando llegó mi amigo Itamar, quien sobrevivió conmigo. A las seis y media, todo se desató. Imagínate una fiesta en un bosque, todo abierto. De repente, empiezan los ´buitres´, la música se detiene y comienzan las bombas. En ese momento, pensé: ´Bueno, unos cuantos misiles y nos van a cerrar la fiesta, qué mal´. Vivo a veinticinco o treinta minutos de Gaza, y a veces tiran misiles, así que uno tiende a normalizar eso, aunque no debería".

Pero la cosa se puso fea rápido. "Entré en un ataque de pánico y la situación se puso muy seria. Veinticinco minutos después, le dije a Itamar que quería irme de allí, que tenía mucho miedo. Tomamos mi auto y nos fuimos. Itamar le había prestado su auto a sus amigos, y a uno de ellos le dispararon en la cabeza; no regresó", recuerda.

"Así que éramos solo Itamar y yo, escapando en mi auto. Paramos en un búnker en el camino. Al ser una zona ´caliente´, suele haber búnkeres en las estaciones de bus para refugiarse. Entramos, pero no duramos ni dos minutos cuando comenzaron los disparos. Decidimos escapar. Todos salieron, mi amigo y yo entramos a mi carro y empezamos a conducir. No sabíamos hacia dónde. Miré el Waze y el único lugar cercano que teníamos delante era el kibutz Nir Oz, una aldea , un pueblito pequeño, donde masacraron a la mayoría de las personas y donde secuestraron a gran parte de ellas. Obviamente, no sabíamos lo que nos esperaba allí".

"Viajamos y lo primero que pensamos fue que estaríamos seguros porque al menos habría una puerta y podríamos refugiarnos". Pero al llegar a la entrada del kibutz, muy cerca, a unos 40 metros, empezaron a dispararles, dijo Malo. Vieron a los terroristas, afortunadamente, a 40 metros. Había un carro en la entrada con gente muerta. Su amigo giró el auto a la izquierda. Una de las balas pasó por encima de su cabeza, a centímetros.

"Fue una locura, se sentía demasiado irreal. Entramos por un camino abandonado cuando giró a la izquierda. El carro empezó a recibir muchos golpes hasta que chocamos contra una cerca. Intentamos abrir las puertas, pero no se abrían. Me pasé para atrás, tampoco se abrían, así que rompí la ventana con una patada y lo logramos. Literalmente, empezamos a correr por nuestras vidas sin saber hacia dónde ir". Dice que no sabía si le iban a disparar por la espalda o si le estaban esperando más adelante. Corrieron unos 200 metros hasta que encontraron un invernadero abandonado donde se refugiaron durante dieciséis horas sin agua ni comida.

"Las primeras dos horas tuvimos comunicación y fue muy duro. Todo el tiempo nos rodeaban; cada cierto tiempo pasaban motocicletas a siete metros de nosotros. Escuchábamos los disparos, los silbidos de las balas, los gritos de la gente del kibutz, bombas, de todo. Y nosotros, tirados en ese lugar abandonado. Lo primero que hice fue llamar a mis papás para despedirme. No sabía cuánto tiempo me quedaba. Pensé que iba a morir, pero gracias a Dios estoy aquí. Es un milagro, porque la probabilidad de no estar aquí era mucho mayor".

"Llegué a la fiesta espontáneamente, no tenía planeado ir. Llegué a las tres de la mañana. Mis papás son religiosos y no usan el celular, así que no tuve oportunidad de contarles. Además, salí a la una de la mañana, no los iba a llamar a esa hora". "Cuando llamé a mi papá, me contestó de inmediato porque en la ciudad donde vivo los ataques eran muy fuertes. Muchos fusileros estaban cayendo; uno cayó frente a mi edificio y mató a un vecino. Nunca los llamo, así que me contestó enseguida y me dijo: '¿Qué pasó? ¿Estás bien? Nosotros estamos bien'. Yo le dije: 'Papá, escúchame. Si no vuelvo, no tengo tiempo. Pero quería decirte que, si no vuelvo a casa, quiero que sepan que no salgo'. Mi papá, en ese momento, me dijo: 'No seas dramática. Métete a un búnker'. Él pensaba que yo estaba enterada de la situación. Me dijo: 'Métete en algún refugio y no salgas de ahí. Todo bien, no te preocupes. Nosotros vamos a estar bien, tranquila'. Yo le respondí: 'Es que no estoy allá, papá. No sé qué está pasando. Fui a una fiesta en el sur y nos acaban de disparar terroristas'. Le dije: 'Papá, no sé lo que está pasando aquí, pero creo que me van a matar'".

"Mi papá entendió la situación y su tono cambió. La verdad, toda mi admiración para él, porque me dijo unas palabras que me dieron la fuerza para mantenerme firme todas esas horas. Me pidió que confiara en Dios, que no temiera lo que me pudiera pasar, que yo estaba en las manos de Dios. Que confiara, que pasara lo que pasara, dependía de Él. Y que, pasara lo que pasara, ellos lo iban a aceptar, y yo también tenía que aceptarlo y entregarme totalmente a Dios. Yo no podía hablar mucho porque no se escuchaba bien. Solo lloraba en silencio y lo escuchaba. Literalmente, me entregué a Dios. Acepté mi muerte y pensé: '¿Qué me puede salvar si no Él? ¿En quién puedo confiar si no es en Él?'. Sí, en esa situación, al borde de la muerte, uno tiene que ver a Dios en todo, no solo en esas situaciones. Y eso es algo que entiendo hoy y quiero transmitir a todo el que me escuche: uno busca a Dios cuando está mal, pero cuando está bien, no se acuerda. Más aún cuando estás bien, sabes que todo lo bueno que te está pasando es porque Él te lo dio. Y hay que saber agradecer".

Esa Laura no volvió, y no va a volver, porque llegó una mejor. Fue un proceso muy difícil y largo. La DJ pasó por momentos muy duros en su vida para los que no estaba preparada. Sufrió una depresión muy fuerte, muchos traumas y pesadillas.

"Soñaba cosas horribles, como que me agarraban y me suicidaba, o me perseguían, y me levantaba con la misma sensación que tuve al escapar, aun sabiendo que estaba en un lugar seguro. ¿Quién te quita esa sensación? No volví a hacer muchas cosas que solía hacer. Prácticamente, no salía de la cama y sentí que me estaba rindiendo. No volví a tocar música, no volví a hacer absolutamente nada. Casi no salía", confiesa.

"Fue entonces que Dios me ayudó y me sacó de ese hueco. Al parecer, me tocó tocar fondo para saber cómo subir. Sí, pensé en quitarme la vida, aunque no lo hice específicamente. Conozco gente que sí. Pero pensé que me estaba volviendo loca. Tal vez, si hubiera pasado un rato más en esa situación, quizá sí. No sé, me siento ofendida, sabes. Creo que eso es algo que Él tiene prohibido".

La música jugó un papel importante para la colombiana. Un mes después del 7 de octubre, viajó a Reino Unido y un día empezó a escribir la canción "Sobreviví". "Empecé un poco y ya no pude más. Recaí durísimo en la depresión y, bueno, entonces empecé a pensar en todos esos chicos que fueron asesinados, que tenían sueños, una vida, una historia que nunca más iban a poder cumplir. Ellos no están, y yo estoy aquí respirando. ¿Cómo puedo ser malagradecida con Dios y con la vida de estar aquí y no luchar por lo mío? Me dieron la oportunidad de cumplir mis sueños. Me dije: ´Voy a morir y no pude hacer nada´. Y estar aquí no es obvio".

Así que empezó a tratarse, a aceptar toda clase de terapias, de todo, y se dijo: 'Voy a volver a la música'. Retomó esa canción, hizo la producción musical, la escribió, compuso, todo desde cero. Laura tiene en su cuarto un estudio, desde donde trabajó derramando muchas lágrimas. Reconoce que fue una catarsis, una sanación. Una publicación compartida de Fuente Latina (@fuentelatina).

"Esa canción para mí es sanación y una demostración de que, no importa lo que sea, todo se puede superar y uno no se puede rendir. La música tiene ese poder. Sí, la música, a veces, en momentos como el que tuviste, ayuda a los artistas a conectar con su esencia. Qué bonita la música".

Además se hizo un tatuaje con la frase 'No me rendí, sobreviví', que forma parte de la letra de esa canción, que también le ayudó a dar el primer paso (que siempre tuvo miedo de tomar) para esa carrera que siempre soñó, tanto como DJ como artista, porque también es cantautora. "Nunca es tarde para empezar", reconoce.

Hoy se siente fuerte, pero no olvida. La cicatriz de lo vivido permanece, pero no la define. Con "Sobreviví", Laura Malo no solo encontró una vía para sanar sus heridas, sino que ha convertido su experiencia en un mensaje de esperanza y resiliencia para otros.

A los doce años, su mundo se volcó en una sola frase: "En tres meses vamos a viajar a Israel". Lo que parecía unas vacaciones, terminó siendo el punto de quiebre que marcaría su adolescencia y su carácter. "Nací en Colombia y tuve la típica infancia de casa al colegio, del colegio a la casa, de la casa a casa de la amiga, lo cual es súper normal", recuerda. Pero esa rutina familiar y segura cambió de golpe. "No lo quería. Yo estaba en la plenitud de empezar a conocer gente y dije: 'No, tengo todas mis amigas, el colegio, todo. Yo no quiero ir'. Realmente no tenía opción porque me iban a dejar sola. Me tocó. Empezamos a vender todo, a organizar todo. Y tuvimos literalmente tres meses para cambiarnos".

Llegó el día. Maletas listas, lágrimas inevitables. "Bueno, llegó el día, nos fuimos, yo lloré mucho. Y llegamos a Israel". El comienzo no fue fácil. Idioma, cultura y amistades eran ahora un terreno por conquistar. "Obviamente, a esa edad no entiendes nada. Y, pues, fue muy difícil porque no sabía hebreo. Entonces, era empezar a hablar hebreo desde cero. No tenía amigos, así que también tuve que hacer amigos y adaptarme".

Pero con el tiempo, la resistencia dio paso a la transformación. "Hoy en día te puedo decir que, gracias a Dios, fui afortunada al hacer ese cambio, porque, incluso con la guerra, me siento afortunada de haber crecido en Israel y de cómo crecí". No se quedó en la adaptación cultural: también prestó servicio en el ejército israelí durante dos años y medio, una experiencia que la marcó profundamente. "El tema de la guerra, la experiencia en el ejército, todas estas cosas te forman y te dan una mentalidad mucho más fuerte".

Y aunque al principio rechazó la idea de irse, hoy lo tiene claro: "No cambiaría nada de lo que ha pasado en mi vida... si tu padre pudiera volver al pasado y tú vieras esa escena de él diciéndote: 'Nos vamos para Israel', ¿dirías 'vamos'? No la cambio. No la cambias. No. No la cambio".

Israel no solo le ofreció vivencias, también herramientas emocionales. "Allá los israelíes son súper directos, súper duros. Me ayudó a ser así también, en el sentido de que no pierdo mi esencia colombiana, pero no tengo ningún problema en decirte a la cara algo que me molesta, y te lo voy a decir. Y creo que eso es lo mejor, porque no me importa el 'qué dirán'. A mí me vale madre el 'qué dirán'".

Más que un cambio geográfico, fue un cambio interior. "La vida es mucho más que qué reloj tienes o qué cosa, dónde fuiste o qué no. Es mucho más que esas cosas, ¿me entiendes?".

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