La cantante y actriz Lucrecia hizo tremendo espectáculo sobre la vida de Celia Cruz, que duró dos horas, para celebrar el centenario de la guarachera de Cuba. Un coro de artistas talentosos anda por el mundo, y el sábado 5 de julio le tocó a la República Dominicana. La sala Carlos Piantini del Teatro Nacional Eduardo Brito se llenó, porque nadie quería perderse esa mezcla de bolero, son y salsa que Vibra Productions tenía preparada.
Hasta el cojo llegó con su bastón, y los que tenían sus problemas los dejaron en la puerta. Todo el mundo estaba listo para cantar a una sola voz que "La vida es un carnaval". A las 8:40 de la noche arrancó el show con esta canción, y de ahí pa'lante siguieron "Que le den candela" y "Yemayá". Antes de todo eso, en la pantalla pusieron a Celia en vida hablando de cómo quería que la recordaran.
La obra empezó mostrando los líos que muchos vivimos: violencia verbal, racismo y autosabotaje. Desde chiquita, a Celia le tocó duro; su propio pai, Simón Cruz, le dijo que no iba a llegar a nada por ser "negra y fea". Pero Celia convirtió "su llanto en canción" y siguió pa'lante. La actriz Yelidá Díaz la hizo de joven, cuando, con la ayuda de su mai, Catalina Alfonso, y su tía Ana, se metió en un concurso de radio y lo ganó cantando "Nostalgia".
La obra se armó como si fuera el último concierto de Celia, con Lucrecia haciendo de ella. La voz de Lucrecia, tanto al hablar como al cantar, se parece un montón a la de Celia, y eso encantó a todo el mundo. La coreografía la montó el bailarín dominicano Joan Matos, que junto a 12 bailarines más, sacaron todo el arte, acrobacias y color, acompañando a los músicos y actores en escena.
Sonrientes y con todo el sabor cubano, demostraron que bailar es una profesión seria. La dedicación y resistencia de los bailarines se notaron en cada movimiento. La orquesta de 14 músicos también brilló.
Ramón Emilio Candelario hizo de Pedro Knight, el amor eterno de Celia, y se vio el apoyo que él le dio en su vida. Las canciones "Duerme negrita", "Caramelos", "Yerbero moderno", "Tu voz", "Cao cao maní picao" y "Burundanga" contaron su vida, desde su nacimiento hasta su salida de Cuba y su amor por Knight.
La muerte de su mai, la mudanza de México a Nueva York, y su colaboración con Johnny Pacheco fueron parte del relato, con temas como "Cúcala", "Nostalgia habanera", "Toro mata", "Bemba colorá", "El guabá", "Te busco", "Usted abusó" y "Quimbara". La escena donde fallece su mai, Catalina, fue tan conmovedora que todo el mundo aplaudió. Coincidió con el momento en que Fidel Castro no dejó a Celia volver a Cuba para despedirse de su mai.
Celia siempre fue agradecida con Dios y sus santos, y orgullosa de su religión, cubanidad y negritud. Eso se vio en canciones como "Guantánamera", "La dicha mía", "Azúcar negra", "Virgencita" y "Cuba, qué lindos son tus paisajes".
La obra también explicó cositas de Celia, como su dedo marcado, de dónde viene su frase "¡azúcar!" y la historia de sus pelucas extravagantes. Después de esto, cantaron "La negra tiene tumbao", aunque con una bailarina que no era negra.
Empezar con "Nostalgia" y cerrar con "Yo viviré" hizo que la gente reflexionara. Celia representa muchos "no", pero también valentía y autenticidad. No se puede evitar llorar al ver su vida así, en escena, destacando la fe y el amor propio.
Celia nunca se hizo la víctima, siempre cantó. Y así, en cada canción, contó tanto las penas como las alegrías que permiten que hoy día obras como esta puedan fácilmente integrar su música en su historia. No cabe duda de que para cada momento de su vida hay una canción que lo acompaña.
La noche cerró con un "¡No me olviden!" fuerte y claro. Una petición que, sin duda, se cumplirá al pie de la letra.
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