Vicente García dice: "La música siempre me acompaña y me ayuda a entenderme"

"Puñito de Yocahú", su nuevo disco, es un tributo profundo a las raíces taínas del Caribe, donde Vicente García se fue en una con los ritmos tradicionales y los mezcló con sonidos modernos. Después de seis años sin soltar un disco, Vicente vuelve con una vaina que va más allá de la música: un tributo bien fuerte a lo que somos como dominicanos. En "Puñito de Yocahú", se tira un clavado en las raíces taínas, mezclando lo viejo con lo nuevo, sin perder el flow.

Desde Colombia, donde ha vivido por más de diez años, Vicente ha aprendido a mirar su cultura desde otro lado. En esta conversación, nos cuenta sobre el origen del álbum, su proceso creativo, la influencia de la diáspora y cómo ha cambiado tanto personal como profesionalmente.

— Este es ya el cuarto disco en el que trabajo directamente con la cultura dominicana, especialmente con la de Quisqueya. En esta ocasión quise enfocarme mucho en la ancestralidad taína, en lo indígena, y plantearlo desde un lugar horizontal. No desde los libros ni los museos, sino apropiándome de esa herencia como algo vivo.

La inspiración también le llegó de estar en Colombia, donde los pueblos indígenas todavía tienen su espacio y la medicina ancestral es parte de la vida diaria. Eso lo llevó a ver nuestra historia de otra manera. Aunque dicen que los taínos se extinguieron, su legado sigue en la comida, el lenguaje y las costumbres. El disco recoge esa visión y también le da un fuetazo al gobierno en la canción "Quisqueya".

— Empezó como una búsqueda en textos, pero terminó afectándome también en lo espiritual. La instrumentación taína está muy relegada, así que hubo que reconstruir mucho. Me apoyé en lo que ocurre en Sudamérica para entender cómo llevar ese espíritu a la música. Estudié deidades como Yocahú y Atabey. Aunque el enfoque taíno es central, también abordo la esclavitud, la historia de la caña de azúcar, los ingenios... todo lo que compone el crisol cultural dominicano.

— La música invita a la reflexión. Aunque hay temas profundos, también hay espacio para canciones de amor y desamor. Por ejemplo, "El huracán" es una bachata romántica con elementos taínos. No se trata de ponerse académico, sino de integrar y proponer desde lo musical.

— Además de compañeros musicales, somos grandes amigos. Hemos trabajado en tres de mis discos y en un proyecto llamado Trendy Tropics. Ya tenemos una dinámica muy natural. Me quedo en su casa, el estudio está al lado, y pasamos semanas creando juntos. Es un proceso familiar, muy orgánico.

— Curiosamente, me siento más dominicano que nunca. En Colombia soy "el dominicano", y eso me hizo observar mi cultura desde fuera. En mi disco Alamar me inspiré en la música afrocolombiana. Ahora exploré lo taíno, que también está presente allá. Me nutro de Colombia, pero para mirar hacia aquí.

— Fue un proceso largo, como suele pasar con las sincronizaciones. No me quise ilusionar mucho hasta que se confirmó. Finalmente, hace tres semanas lo anunciaron. Que una canción mía de hace años siga teniendo vida me llena. Prefiero canciones que perduren a un número uno efímero. Me emociona ver tres generaciones juntas en mis conciertos.

— Hay un despertar. Veo una fusión muy interesante entre lo urbano y lo alternativo. Músicos urbanos están incorporando instrumentos reales y experimentando con la bachata, como Los Sufridos. También hay propuestas valiosas de artistas como Richi Oriach y J. Noah. La escena está viva y eso me anima a pasar más tiempo aquí.

— Ha sido mi refugio. Es lo que respiro desde que despierto hasta que me acuesto. A veces incluso en los sueños. Hay discos como Camino al Sol que fueron una especie de terapia, donde abordo temas como la muerte y la aceptación. La música me acompaña y me ayuda a entenderme.

— Mi discografía es como un diario. Cada álbum refleja mis intereses del momento. Ahora estoy planeando grabar un disco en Brasil. He incorporado más elementos electrónicos, sintetizadores, arpegiadores... pero sigo siendo yo. Todo eso sobre una base cultural muy sólida.

— Sí. Estudié ingeniería electrónica y telecomunicaciones. Terminé la carrera y luego me dediqué de lleno a la música. Pero esos conocimientos me han servido como productor. Me siento profesional en otra área y eso también me da seguridad.

— Sin duda. Apostar por los ritmos dominicanos ha valido totalmente la pena. Ver la reacción de la gente, cómo se identifican con mi música, es mi mayor recompensa. Ese orgullo de ser dominicano y que eso se escuche en mi trabajo es lo que me mueve.

— Ya estamos preparando el show con las canciones nuevas. La idea es presentarnos en octubre. Pronto vamos a anunciar la fecha.

Así es como, con "Puñito de Yocahú", Vicente García reafirma su compromiso con una identidad dominicana profunda y siempre en cambio. A través de un sonido que mezcla lo tradicional con lo moderno, Vicente traza un puente entre lo ancestral y lo de ahora, entre lo espiritual y lo del día a día. Su mirada introspectiva, enriquecida por la distancia y la cercanía emocional con su tierra, busca que este nuevo disco sea algo que rompa con géneros y fronteras. García demuestra que la música puede ser un vehículo de memoria, de crítica social y de celebración cultural, sin perder frescura ni conexión con el público. Y mientras prepara su próxima gira con la misma pasión con la que estudió a Yocahú y Atabey, deja claro que su arte sigue siendo una exploración, de raíz y con propósito. Un canto sincero a lo que somos y a lo que aún nos falta por descubrir.

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