"Toíta una vida"

¿Y por qué nos pasamos comprando libros si al final no los leemos tos?

Mira, la palabrita "tsundoku" no la vas a ver en el Diccionario de la lengua española, pero eso no quiere decir que no exista, ¿me entiendes? Eso de que una palabra tiene que estar en el diccionario pa’ que sea real, na’ que ver.

Leímos sobre eso en un artículo de Diario Libre que decía: «Tsundoku: el arte (y la trampa) de acumular libros sin leerlos». Esa palabrita tsundoku se nos coló en el español hace poco, pero en japonés, de donde viene, está desde finales del siglo XIX. Parece que en español no hay palabra igualita pa’ eso, ¿verdad? A veces, otras lenguas tienen palabras que describen cosas que en español no sabemos cómo decir.

La palabrita japonesa tsundoku, que se escribe en cursiva, junta dos partes que quieren decir ‘apilar’ y ‘leer’. Básicamente, es como que tú compras libros pa’ leerlos después, si es que llegas a leerlos algún día. Pero no te preocupes, eso es otro tema.

Esa palabra suena misteriosa y exótica, pero aquí tenemos algo parecido: bibliomanía. Es como una fiebre por acumular libros. La raíz es griega: biblio- que significa ‘libro’ y -manía que es como una obsesión. Imagínate, cuando se trata de libros, todo es cuestión de intensidad.

Si soy culpable de tsundoku o bibliomanía, pues que me lleven presa. Pero ojo, más que acumular, yo prefiero decir que atesoro. Esos libros son mi tesoro, ¿sabes? Yo soy de las que tiene libros por todos lados, en la mesita de noche, en el suelo, o en mi caso, en una estantería solo para los que están esperando ser leídos.

¿Soy culpable o inocente? ¿Acumuladora compulsiva? ¿O simplemente procrastinadora? Como decía Umberto Eco, que tenía una biblioteca con más de treinta mil libros, el valor de mis libros está en lo que me prometen, no solo en lo que ya leí. No es que los deje para mañana sin más, sino que veo esos libros y pienso en todo el tiempo que les voy a dedicar. Muchos libros son sinónimo de mucho tiempo para leer. Esos libros son mi pedacito de eternidad.

A. Edward Newton, un coleccionista de libros del siglo pasado, lo dijo así: «Hasta cuando la lectura es imposible, la presencia de libros adquiridos produce tal éxtasis que la compra de más libros de los que uno puede leer es nada menos que el afán del alma de extenderse al infinito».

No necesito el lugar perfecto ni el momento ideal pa’ leer. En cualquier sitio, en cualquier circunstancia, ya sea un minuto o tres horas, todos los libros acabarán en mis manos. Además, los libros no tienen fecha de caducidad. Entonces, ¿cuál es la prisa?

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