Santiago en cambiadera: "cuando el desarrollo se planifica"

Bárbaro, Santiago ta’ en otra liga con eso del Plan Estratégico Santiago 2030. Desde que eso empezó, los tigueres del negocio, los profes y los líderes comunitarios se han juntado con el gobierno pa' darle pa' allá.

Tú vuelves a Santiago después de par de meses y es como si te encontraras con otro flow de ciudad: más organizada, con más caché y más movida. El "Primer Santiago de América", la famosa "Ciudad Corazón", ta' en un cambio de look que nunca se había visto antes, desde las vainas que ta' haciendo el gobierno hasta lo que ta' metiendo el sector privado. Tan levantando torres, nuevos malls, centros médicos con la última tecnología, sembrando árboles por todos lados, y tienen sistemas de transporte que están a otro nivel. Aquí se piensa en grande, mi hermano.

Y eso no es de chepa. Detrás de todo ese movimiento está el Consejo para el Desarrollo Estratégico de Santiago, que nació en el '97, y su plan más duro: el Plan Estratégico Santiago 2030. Esta vaina es única en su clase en el país, y ha puesto a todo el mundo a trabajar junto, desde empresarios, académicos, gente de la comunidad y el gobierno, en una planificación que va más allá del gobierno de turno y ya está dando sus frutos.

En Santiago se ha desarrollado una cultura cívica bien dura: la de pedir sin tanto bulto, con argumentos y metas claras. La gente de negocio y las organizaciones sociales aprendieron a hablar con los gobiernos y a exigir que inviertan en lo que la ciudad necesita, todo alineado con un plan bacano y bien pensado. Esa insistencia ha hecho que obras que llevaban pila de tiempo esperando, finalmente se estén haciendo.

El que todavía no crea en eso de "Santiago es Santiago" solo tiene que dar una vuelta por la ciudad: el monorriel —el primero en el país— que ta' quedando imponente, el teleférico ya casi listo, los bulevares renovados, los centros culturales que parecen nuevos y una red vial más segura y llena de árboles, hacen que esa frase sea más que un lema: es una realidad.

Este cambio en Santiago no se entiende sin el apoyo constante —aunque a veces flojo— de la inversión del gobierno. Reynaldo Peguero, que antes era el capo del Plan Estratégico y ahora coordina el Colectivo de Investigadores Strategius, ha estado chequeando por veinte años cómo se mueve el dinero público.

Según él, entre 2012 y 2019, Santiago solo recibió un promedio de 4,670 millones de pesos al año, apenas el 5 % del total nacional. Y peor aún, el gasto por persona fue más bajo que en provincias como Santo Domingo, Peravia y La Altagracia.

Pero la cosa cambió desde 2020. Peguero dice que desde entonces, la inversión anual se ha multiplicado casi por seis: ahora son 27,500 millones de pesos en promedio.

Entre las obras que ya están listas y las que están en proceso, el gobierno actual ha metido más de 110,000 millones de pesos en la ciudad y sus alrededores en solo cuatro años. Eso es el 85 % de toda la inversión pública de los últimos doce años, y se ha hecho entre 2020 y 2024.

Y esos números no son solo para hablar: se ven en obras clave como la ampliación del hospital José María Cabral y Báez, el saneamiento de la cañada de Gurabo —que mejora la salud ambiental—, nuevos acueductos, parques culturales, centros comunitarios, viviendas sociales, y la renovación de plazas, bulevares y accesos viales como los 7.5 kilómetros desde el Aeropuerto Cibao hasta el Hospital HOMS.

En lugares cercanos como San José de las Matas, la Empresa de Generación Hidroeléctrica (Egehid) ha metido más de 10,000 millones en caminos, puentes, escuelas y centros comunitarios.

Desde 2020, los millones de pesos invertidos en Santiago no se paran ahí. Con el ambiente de inversión y la visión estratégica, el sector privado ha puesto más de su parte. Solo en 2024, han construido 473,000 metros cuadrados en nuevos edificios, comercios y hoteles, según el último reporte del Plan Estratégico.

Este movimiento va de la mano con el aumento del parque vehicular, que de solo 46,000 unidades en 2001, ahora tiene 469,000 en 2023, reflejando no solo el crecimiento económico, sino también la demanda de servicios y movilidad.

La ciudad que antes se expandía para los lados, ahora mira para arriba con torres y urbanismos verticales. Espacios mixtos para vivir, comprar y trabajar están floreciendo en el centro, mientras las industrias y zonas francas se van para la periferia, creando un balance entre la ciudad y la producción.

La expansión de la red vial ha sido clave: de 600 kilómetros lineales a más de 2,200 en menos de veinte años. Se han sumado calles, avenidas, autopistas, puentes y caminos vecinales, en un esfuerzo conjunto por mejorar la conectividad en toda la región.

Santiago ha demostrado que se puede construir una ciudad más equitativa, moderna y eficiente cuando hay una visión compartida, continuidad en las políticas públicas y exigencia de la gente. La experiencia del Plan Estratégico —con consultas regulares a universidades, artistas, empresarios, centros educativos y autoridades municipales— ha sido clave para unir intereses y ejecutar proyectos con el apoyo de la gente.

Hoy, mientras otras provincias todavía dependen del político de turno o de gestiones aisladas, Santiago lleva la delantera con planificación, organización y un firme sentido de identidad. No se trata de competir con la capital, sino de demostrar que un modelo descentralizado, balanceado y bien pensado es posible.

Santiago es Santiago, claro que sí. Pero más que nada, es un ejemplo de lo que se puede lograr cuando una ciudad se piensa a largo plazo, con orden y su propia voz.

Y en ese camino, el cambio apenas comienza.

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