En el programa "Desiguales" de Univisión, estábamos hablando de algo que nadie quiere ni pensar: perder un hijo. Eso es lo más fuerte que le puede pasar a una persona, porque se supone que los hijos entierren a los padres, no al revés.
Las mujeres, desde que tienen al niño en la barriga, crean un lazo que no se rompe. Un hijo es parte de uno mismo. Dicen que uno puede aprender a vivir con eso, pero superarlo de verdad, nunca. Hay que buscar ayuda, hablar, hasta escribir cartas de despedida. En mi libro "Amarse no es suficiente", tengo un modelo de carta para eso.
Así que ojo, no pienses que tú solo puedes con eso. Busca apoyo, habla del tema, escribe y sigue adelante. En Estados Unidos, yo he visto padres que han perdido hijos en esas matanzas que son el pan de cada día. Ellos pasan el resto de sus vidas luchando para que las cosas cambien, pero nadie hace nada. Al menos, nada de lo que de verdad hace falta para parar esas tragedias en las escuelas.
Cualquier duelo es duro, pero perder a un hijo es el más fuerte. También lo es perder a una pareja, sobre todo si era buena y estuvieron mucho tiempo juntos. Cuando una pareja es buena, se vuelve parte de uno. Es donde uno busca refugio cuando las cosas van mal, es quien te escucha, tu mejor amigo o amiga, quien te da amor y ternura.
Es bien difícil superar la muerte de una pareja y estar listo para buscar a alguien más. Con los hijos pasa igual, porque ningún hijo sustituye a otro. Usted puede tener muchos hijos o uno solo, y si es uno solo es peor, porque no hay otros que te ayuden a llevar el dolor. Uno se da cuenta de que se está olvidando un poco de los otros cuando está muy metido en el dolor.
Y cuando no hay más hijos o nietos, el vacío es gigante. Por eso, quiérelos, disfrútalos y pídele a Dios que tus hijos no se vayan antes que tú. Todos los días le pido a Dios por mi hija. Dios te bendiga, Estefanía.
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