Oye, pana, déjame contarte un poco sobre la vaina de los palos que tiene un largo tiempo en RD. Todo empezó allá por el siglo XVI, cuando los españoles estaban cómodos en sus casonas, y los negros esclavos, en sus ratos libres, se ponían a darle a los palos o atabales. Esa costumbre viene dando vueltas desde La Española y ha sobrevivido hasta ahora.
La música y el baile que vienen de África se pasaron de generación en generación, desde los mulatos, que son hijos de negros y españoles. Hoy en día, los palos y las salves, que tienen su parte religiosa y de sincretismo, se ven en los campos y en los barrios más humildes. Además, esos ritmos han dejado su huella en la música popular de aquí.
Todo esto comenzó cuando el rey Carlos V le dio el Hato Mayor del Rey a un funcionario, y ese lugar se convirtió en el corito de los palos. Bolívar Troncoso, un duro en temas de historia y cultura dominicana, cuenta que no se puede hablar de Hato Mayor sin mencionar los atabales. Él explica que en esos tiempos los esclavos no estaban encadenados, y como la industria azucarera se había ido al pique, se encargaban de cuidar el ganado.
Los esclavos tenían sus casitas y conucos, y por la noche, los hombres se ponían a tocar y las mujeres a bailar. Los españoles, que eran los jefes, se quedaban mirando el show y a veces pedían que tocaran para entretenerse.
Troncoso cuenta que las salves son cantos con instrumentos de palo que se elevan a los santos católicos. Se cantan letras religiosas frente a un altar o en una enramada. La gente baila, come y bebe mientras suenan los atabales y los panderos, que muchas veces son de cuero de chivo porque suenan más duro.
Para el folclorista Roldán Mármol, los palos son un ritmo nacional: "Yo siempre he sostenido que los palos o atabales, por origen, son más ritmo nacional que el merengue". Según él, el merengue se expandió por comercialización, mientras que los atabales llevan siglos aquí.
En el este y el sur, la tradición sigue fuerte, con San Juan como uno de los lugares más duros en esto de los palos, gracias a figuras como Papá Liborio Mateo y los Mellizos de Palma Sola. San Juan, Azua, Baní, Ocoa, San Cristóbal, y otras provincias son las que más mantienen esta tradición.
En Sainaguá, San Cristóbal, se celebra el festival de palos y salves más antiguo del país. Y en la religión católica, la gente participa en eventos como los toros del Santo Cristo de los Milagros en Bayaguana y los de la Virgen de la Altagracia.
Según un inventario del Instituto Geográfico Nacional, hay como 100 grupos de palos o atabales en el país. Aunque han pasado más de 300 años, los palos siguen, pero hay gente que los mira con recelo.
Troncoso dice que los mulatos, que son mezcla de negros y españoles, son los que han heredado esta tradición. Y aunque esa clase ha sido marginada, los palos y las salves se han mantenido vivas en esa comunidad.
En la capital, puedes ver los Congos de Villa Mella y en Manoguayabo. Como dice Troncoso, "los palos se oyen en barrios pobres porque históricamente los marginados son los pobres, gente de color".
Troncoso y la fundación de José Roldán Mármol, junto al Instituto Panamericano de Geografía e Historia, están en busca de que la UNESCO declare las salves y los palos como patrimonio. También están promoviendo festivales para que los jóvenes se interesen en los atabales, aunque los cultores cada vez son más viejos.
Ahora, si te interesa de verdad, vete pa' Hato Mayor y descubre la sonoridad de los palos por ti mismo.
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