Las últimas tres colecciones de la diseñadora de moda Maylé Vásquez están inspiradas en algo nuevo pa' la marca: la herencia precolombina de la mujer dominicana.
Al principio, Maylé Vásquez se inspiraba en lo que veía por fuera, en vainas que le sorprendían: los rascacielos de vidrio y metal que veía todos los días cuando estudiaba moda en Nueva York; los detalles que nunca pasan de moda en la ropa de la familia de su esposo, que es normando, y también la ropa de verano del sur de Francia, con esa elegancia relajada pero bien pensada. De ahí salió En Ligne, con piezas inspiradas en los diseños de arquitectos famosos como Frank Gehry. También hizo blusas, pantalones y vestidos con siluetas inspiradas en la región de Provenza, con nombres de lugares famosos como el macizo de Luberon o el viento mistral del Mediterráneo.
Pero todo eso cambió cuando llegó la pandemia. Maylé se quedó con su familia en la costa noreste de Dominicana, sin poder viajar pa' ningún lado, y empezó a ver el paisaje natural de otra manera. Por primera vez, encontró inspiración en los detalles sensoriales que seguro rodearon a los primeros habitantes de Dominicana: la arena, la superficie de un coco mojado, el vaivén de las olas tranquilas. Se dio cuenta de que estas cosas, que damos por sentadas, también son maravillas. Dejó de usar gazar y cuadros Vichy y empezó a experimentar con rafia y lino. De estas investigaciones salieron sus últimas colecciones: El Sur, en honor al paisaje de Baní, Anacaona y Bohío. La influencia taína en los nombres de estas colecciones y sus piezas es más que clara: hay un vestido llamado Ceiba y otro Burén; una blusa llamada Casabe y unos pantalones que se llaman Yagua. “Las mujeres de mi equipo, en el atelier, se sienten muy identificadas con estas piezas”, dice Maylé. “Antes tenían problemas para pronunciar los nombres, pero ahora hasta las clientes llegan a los trunk shows pidiendo cada cosa por su nombre, y eso es parte de la chulería de la compra. Es sorprendente ver cuánto han conectado”.
Pero no solo las dominicanas han conectado con las Iguanas, Cabuyas y Niguas: Vásquez ha llevado sus piezas a México, Panamá, Honduras y la Florida en Estados Unidos, y las compradoras latinoamericanas están fascinadas con la historia y el material detrás de las piezas. Hasta ha tenido que llevar una presentación visual en su iPad para mostrarles la conexión entre lo taíno y sus colecciones.
Sus ventas creciendo y su expansión por la región han demostrado que, para ser competitiva globalmente, la industria creativa dominicana debe pensar en lo local. “A diferencia de otros países de Centroamérica y Sudamérica, que tienen una población indígena viva, nosotros hemos conectado tarde con esa herencia”, dice la diseñadora. “La historia de Anacaona es apenas un parrafito en los libros del colegio, y por eso en este proceso de investigación he quedado anonadada: verdaderamente ignoramos una gran parte de nuestra propia historia. Los dominicanos tradicionalmente hemos salido fuera a buscar inspiración, ignorando que en las enseñanzas de nuestros ancestros hay mucho por explorar”.
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