Un sitio de coro y chercha se volvió un escenario de pura desgracia, dejando marcas de amor y pérdida que no se borran fácil. La música no paraba de sonar. El merengue —alegre, movido, bien dominicano— era la banda sonora de otra noche en Jet Set, ese templo de la gozadera que por más de cincuenta años fue el lugar obligado pa' los lunes en Santo Domingo. Pero la alegría se convirtió en horror.
El techo se vino abajo, sepultando cuerpos, recuerdos y momentos de felicidad compartida. La tragedia agarró por sorpresa al lugar donde siempre se respiraba alegría.
La caída de la discoteca legendaria, en la madrugada del martes, dejó un reguero de muertos y heridos, y una ciudad entera en shock.
Panas, esposos, hermanos, músicos y gente del gobierno estaban ahí, celebrando la vida que en un abrir y cerrar de ojos, se les fue quitada. Entre las primeras víctimas que se identificaron estaban Aneury Alexander Piña Rodríguez y el capitán del Ejército Randy Alexander Rodríguez Cepeda. Los dos eran hijos del capitán Robert Rodríguez Hernández. "Eran dos hijos excelentes", dijo el papá, quien reconoció a Aneury, hallado sin vida, y acompañó a Randy en su traslado de emergencia al Centro Médico Moderno. Este último, lamentablemente, no sobrevivió. Padre de cuatro niñas pequeñas, se fue sin poder decir adiós.
También murieron Eva González y Paulino Lorenzo, una pareja y padres de tres hijas, que frecuentaban Jet Set. Esa noche fueron a bailar, como tantas veces lo hicieron. "Eran personas alegres y tranquilas", los describió Simón Lorenzo, hermano de Paulino.
La tragedia también tocó el ámbito político. Nelsy Cruz, gobernadora de Montecristi y hermana del pelotero Nelson Cruz, murió tras ser llevada a la Plaza de la Salud. Logró hablar con el presidente Abinader después del derrumbe y antes de morir. Fue la víctima número 16, según el Centro de Operaciones de Emergencias (COE).
El luto llegó hasta el escenario. Luis Solís, saxofonista de la orquesta de Rubby Pérez, también falleció. Tenía 61 años y una carrera musical de décadas. Su hija Yury lo describió con amor: "Era casi perfecto. Un corazón puro, una persona excepcional". Desapareció Martín Polanco, el diseñador que solía residir en Miami y que había llevado la chacabana dominicana al extranjero, con su propio estilo.
Al caer la noche, la búsqueda seguía. Brigadas de rescate removían escombros entre maquinaria pesada y la esperanza que se sentía frágil. Afuera, decenas de personas mostraban cédulas y fotos, buscando respuestas. Los hospitales públicos y privados del Gran Santo Domingo estaban llenos de listas y llamadas.
Jet Set, un símbolo para generaciones, se volvió en nada más que ruinas. Donde el merengue hacía vibrar cuerpos y almas, ahora el silencio y el polvo cubren el dolor de una ciudad entera. En una de esas grandes contradicciones de la vida, la música y una de sus mayores expresiones para la mayoría de los dominicanos, el merengue, fue la banda sonora de la sepultura de decenas en uno de los lugares más icónicos de la diversión nocturna de Santo Domingo.
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