Mira, en el barrio se está viendo algo que antes era raro de ver: conciertos sinfónicos en todos lados, y no solo en lugares finos. Ahora hasta en el famoso festival de Coachella, el capo venezolano Gustavo Dudamel se tiró con la Filarmónica de Los Ángeles. Imagínate, tocaron para un corillo de gente joven, haciendo versiones sinfónicas de canciones de artistas como Laufey, Maren Morris, Becky G, Zedd, y el rapero LL Cool J. ¡Y no solo eso! La orquesta también se tiró sus piezas clásicas, dejando claro que la música sinfónica tiene su flow hasta en festivales alternativos.
Aquí en RD, la vaina también está cogiendo fuerza. Mark B, que es un duro del reggaetón, se aventuró a tocar con una orquesta sinfónica en Punta Cana, con la Sinfónica Clásica de Hispaniola y el maestro José Miguel Taveras. Fue una mezcla bien cool de música urbana con arreglos orquestales.
Y no es solo Mark B. Toque Profundo y Alex Bueno también se han montado en esa ola, celebrando sus aniversarios en el Teatro Nacional con conciertos sinfónicos. La gente quedó loca, porque ver a estos artistas con una orquesta es otra cosa.
Amaury Sánchez, que es un capo en esto de los sinfónicos en RD, lo dice claro: "Las personas están buscando un desahogo con relación a todo lo que se escucha por la radio, los reguetones, el dembow. Yo no digo que sean malos esos géneros, pero no gustan a todo el mundo. Sin embargo, me siento bien de ver a muchos jóvenes interesados en escuchar la música de grandes maestros".
Pavel Núñez, otro que se ha montado en esta ola, también está de acuerdo: "Viene por ese mismo balance que la gente está buscando... Lo mediático ha sido tanto que la gente necesita volver a conectar con lo que se consume a puertas cerradas, con lo que tú eliges. No virtual. O sea, que tú dices: voy a comprar esta boleta porque quiero oír a este cantante que en tal año pegó tal canción, pero que ahora acaba de sacar un nuevo álbum. Y quiero ir a conectar con lo nuevo, pero también recordar eso que me movió fibras hace 15 o 20 años".
Marel Alemany, otro tigre de la música, también está contento con esta diversidad: "Yo creo que hay música para pensar, música para sentir, música para bailar, música para olvidar, para despejarse. Uno tiene que seguir haciendo lo que sabe hacer, y eso va a conectar con un grupo de gente en un momento determinado".
Amaury Sánchez dice que parte del encanto de estos conciertos es ver esa orquesta tan grande en acción: "Cuando tú vendes un concierto sinfónico con 60 músicos acompañando a un cantante, la gente siente que está presenciando algo grande. No es lo mismo ver a un cantante con 5 músicos que con una orquesta completa".
Y sigue diciendo: "Eso pasó, por ejemplo, con Alberto Cortez, que normalmente tocaba solo al piano, y luego hicimos un sinfónico con él. También con Francisco Céspedes. La gente siente que su dinero está bien invertido cuando ve una producción así".
Sánchez también resalta que los sonidos de los instrumentos sinfónicos son algo especial: "Los timbres sinfónicos -como el del fagot, el oboe, los clarinetes- son poco escuchados, y cuando se integran a los arreglos, despiertan la imaginación. Beethoven, en su Sinfonía Pastoral, usó esos sonidos para evocar la naturaleza. Esos timbres enriquecen tanto el concierto como al artista".
Entonces, ¿es que lo sinfónico está de moda o es un cambio de verdad en lo que la gente quiere escuchar? Amaury Sánchez lo tiene claro: "Las dos cosas. Está de moda, pero también hay un cambio real. Están surgiendo homenajes sinfónicos muy bien logrados, como los de Héctor Lavoe. Y hay una búsqueda por parte del público: quieren ver y escuchar cosas nuevas".
Además, lo sinfónico se está metiendo en otras áreas del arte. Un ejemplo es El Cuentacuentos Sinfónico de Anya Damirón, que mezcla literatura, música, ilustración y teatro. Esto muestra que lo sinfónico no es una caja cerrada, sino algo que se puede combinar con otras formas de arte.
Sánchez recuerda cómo al principio montar un musical en vivo era casi imposible: "Al principio perdíamos mucho dinero, pero mira cómo están ahora: todo el mundo quiere hacer musicales".
Y no es solo eso. La música sinfónica se está haciendo un espacio gracias a plataformas como Spotify y Apple Music, que ayudan a que estos conciertos lleguen a más gente. Eventos especiales, como el concierto de Rod Stewart en Copacabana o el de Lady Gaga en Río de Janeiro, han demostrado que lo sinfónico, cuando se hace con creatividad, puede atraer a mucha gente.
El boom de lo sinfónico no es solo una moda, es una señal de que la gente está abierta a nuevas formas de disfrutar la música. Sea por nostalgia, por buscar calidad o por simple curiosidad, esta tendencia parece que llegó para quedarse.
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