El porvenir de un país depende de cómo tratemos a los muchachos hoy en día.
Los muchachitos de ahora son los adultos del mañana, el futuro de cualquier nación. Y, con la pérdida de los valores y principios que ya son parte de la nueva normalidad, la gente se pregunta: ¿qué será del futuro de nuestro país?
Eso dependerá de la educación, la información, la formación y el ejemplo que les demos a nuestros niños y niñas. Del mensaje que les enviamos los adultos desde la casa, el colegio y la escuela. Desde la postura de los que mandan y gobiernan.
Hoy en día, con la globalización, el cambio climático, las ciudades creciendo sin ton ni son, las migraciones forzadas, las guerras y tantas crisis humanitarias, proteger a nuestros muchachos se vuelve cada vez más complicado, con el poco esfuerzo e interés de nuestros "líderes" por buscar soluciones.
Hay cosas que necesitan de nuestra atención urgente si queremos muchachos y adultos saludables y, como resultado, una mejor sociedad donde podamos convivir de manera civilizada.
Esto se ha dicho en todos los idiomas. Pero si la gente buena y capaz no llega a los puestos de poder, a la política, seguiremos hablando de lo mismo por los siglos de los siglos.
Como dijo el Papa Francisco el 4 de marzo de 2019 a un grupo de jóvenes de la Pontificia Comisión Para América Latina (CAL): "Participen en la política, que es una actividad de servicio, es aportar por la amistad social y por la generación del bien común".
En el trabajo de cuidar a nuestros muchachos, que son nuestro futuro, todos tenemos que poner de nuestra parte, pero se necesita de una voluntad política si realmente queremos lograr un desarrollo verdadero. Uno que vaya más allá de lo superficial.
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