Gracias a la ciencia y los avances genéticos, ya es posible rastrear los ancestros varias generaciones atrás, lo que hace posible pequeños milagros de reencuentro.
Yo no soy de ver muchas series ni programas de TV, me aburren pila. Pero cuando doy con algo que me atrapa, me quedo pegada. Eso me pasó con un programa tipo "reality" que se llama "Relative Race" en inglés, o "Carrera de los Familiares" si lo traducimos al español tal cual.
El show es sobre cuatro equipos de gente que andan buscando familiares perdidos usando su ADN. Todos los concursantes llegan con cuentos diferentes, pero con cositas en común: algunos fueron dados en adopción cuando eran chiquitos, otros los abandonaron, y algunos ni idea tienen de qué pasó con su familia.
Aparte de las aventuras propias de un "reality", esta gente está buscando esa pieza que les falta pa' completar el puzzle de sus vidas. Siempre que veo uno de esos clips en las redes, me paro a verlos y el corazón se me arruga. ¡Es que uno da por sentado tener familia! Sabemos de quién tenemos el cabello rizo, los triglicéridos, los ojos jalados y la nariz de frononó.
Pero hay un montón de personas que no tienen claro de dónde vienen ni su historia. A veces arman sus propias familias y se quedan con preguntas que todos nos hacemos. No hay cuentos de abuelos, ni historias locas de tías, ni cenas de navidad.
Unos tuvieron suerte y encontraron una familia que los llenó de cariño y oportunidades, pero otros vivieron de casa en casa o terminaron en una institución estatal, y con eso cargan en su corazón el dolor del abandono, el rechazo y el maltrato.
En este programa, todavía no he visto que los participantes reclamen nada, a pesar de todo lo que han pasado. Solo quieren encontrar esa pieza que falta. Y cada semana, llegan a una casa y preguntan si allí hay un familiar y cómo están conectados. Cuando saben quién es, la sorpresa, los abrazos y las lágrimas son inevitables.
Han encontrado madres, padres, hermanos, tíos, abuelos... algunos con la mala suerte de que llegaron tarde, pero ya saben que no están solos y tienen respuestas. Muchos descubren que su familia nunca supo de ellos, pero otros, que fueron dados por necesidad o por obligación, como las menores embarazadas o por temas raciales que eran comunes en Estados Unidos hace unas décadas, supieron que siempre los echaron de menos.
Algunos casos son bien fuertes, sobre todo cuando lo único que tienes para empezar a buscar es una foto borrosa o una notita que dejaron en el hospital. Pero gracias a la ciencia y los avances genéticos, ya es posible rastrear los ancestros varias generaciones atrás, lo que hace posibles estos pequeños milagros.
Al final, después de los abrazos y de secarse las lágrimas, los testimonios hablan de una conexión especial, de un vacío que se llena, de un círculo que se completa. Todos necesitamos respuestas y un grupo de apoyo. Ese programa me gusta porque le llena a uno de esperanza y la ilusión de un nuevo comienzo.
Si tienen chance, busquen algunos capítulos y lloren conmigo. Me lo van a agradecer.
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