El tenista Novak Djokovic se perdió el Open de Australia porque no se puso la vacuna. Donald Trump nunca quiso usar mascarilla, igual que no estaba de acuerdo con los confinamientos. La pandemia del covid-19 hizo que resurgiera un movimiento de gente que está en contra de las vacunas, un movimiento que viene de hace mucho, desde 1796, pero que en el siglo XXI se unió a una ola más amplia de negacionismo, ya sea del clima o de la historia, que al principio parecía apolítica pero al final se convirtió en parte de una 'derecha alternativa' o ultraderecha.
"Muchas de las actitudes que caracterizaron a la respuesta de la extrema derecha a la pandemia -como el rechazo a reconocer los hechos, las acusaciones de que los científicos son parte de una vasta conspiración progresista y su negativa a enfrentar la crisis- ya venían presagiadas por el debate climático", decía el premio Nobel de Economía, Paul Krugman, en un artículo en el New York Times. Jennie King, del Instituto para el Diálogo Estratégico, también señaló en un artículo de la BBC que la forma de hablar de los antivacunas se parecía al negacionismo climático y tenía conclusiones políticas claras.
Estos movimientos se traducen en opiniones sobre "el poder, las libertades individuales, la representación, el ciudadano contra el Estado o la pérdida de estilos de vida tradicionales, que permiten trasladar estas ideas a audiencias mucho más amplias", según King. Entre los antivacunas había de todo: los que decían que la epidemia no era tan grave, los que dudaban de la efectividad de las vacunas, y los que simplemente no querían que el Gobierno les obligara a vacunarse.
Novak Djokovic, que no jugó el Open de Australia por no vacunarse, los músicos Eric Clapton o Miguel Bosé, y el actor Jim Carrey, eran algunas de las caras más conocidas. Aunque es difícil saber cuánto influyeron en sus seguidores, a ellos se sumaron líderes como Jair Bolsonaro, que nunca se vacunó, o Viktor Orban, que lo hizo de mala gana después de intentar con 'vacunas alternativas'.
Donald Trump, por su parte, siempre se negó a usar mascarilla y confinamientos, y decía que el virus desaparecería "con o sin vacuna". Su propuesta de "inyectar desinfectante" preocupó mucho a la comunidad científica. Al final, se vacunó casi al final de su mandato.
En su segundo mandato, Trump eligió como secretario de Salud a Robert F. Kennedy, conocido por ser parte del movimiento antivacunas en EE.UU. El nombre que simbolizó la rebelión antivacunas en EE.UU. fue Joe Rogan, un 'influencer' muy seguido. Su pódcast fue un altavoz para los antivacunas, que eran en su mayoría 'libertarios', como se les llama a los que están en contra de la intromisión del Estado.
Rogan, cercano a los 'libertarios', pidió el voto por Trump en las elecciones, lo que no sorprendió a nadie. Entre los antivacunas había un ambiente 'antisistema' que terminó identificándose con el trumpismo, que se decía enemigo del pensamiento único de las élites globalistas como Georges Soros o Bill Gates.
A los antivacunas se les empezó a llamar "negacionistas del covid". Este término no era inocente: el negacionismo siempre ha estado asociado a movimientos sociales reaccionarios que niegan cosas como la evolución humana o el cambio climático. Aunque sus orígenes eran diversos, todos compartían la defensa de la "decisión de decidir", teorías conspirativas, individualismo y un rechazo al orden establecido, además de oponerse a la intromisión del Gobierno en decisiones personales.
Un artículo publicado en julio de 2023 en Nature explicó que entre los antivacunas había personas con "tendencia psicológica a la ideación conspirativa", que rechazaban las vacunas porque creían que eran parte de un complot para controlar a la gente con microchips. Estudios en Francia y EE.UU. muestran que, ya fueran pro o anticapitalistas, libertarios o conservadores, los antivacunas generalmente se podían clasificar en la extrema derecha de cada país, según un artículo del 'European Journal of Public Health' sobre 'Actitudes antivacunas y de extrema derecha'. Aunque muchos negacionistas decían ser apolíticos, la mayoría terminó en grupos de la 'alt right' en EE.UU. y movimientos de ultraderecha en otras partes del mundo.
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