Kery usaba vigilias nocturnas, que la gente llama "silicios", como excusa pa' alejar a sus víctimas. La sentencia se dio a puertas cerradas en el Tribunal Colegiado de La Altagracia. Ahí estaban Víctor Manuel Kery, conocido por la gente como "El Pastor", y Robinson Peguero, que le dicen "El Profeta", escuchando cómo los condenaban.
A Kery le metieron diez años por agresión sexual agravada, y a Peguero cinco años por agresión sexual simple. Pero, ¿y eso es suficiente pa' las familias que quedaron rotas por estos crímenes?
Las víctimas eran chamaquitos que confiaban en estos tipos que se hacían pasar por guías espirituales. Los testimonios que se recogieron fueron fuertes y dolorosos. Uno de los menores contó: "Me ponía en contra de mi voluntad y por miedo, tuve que acceder a hacerle sexo oral y otros actos sexuales".
Otra víctima, además de todo el trauma, terminó con VIH. Mientras tanto, sus padres, que pensaban que los estaban dejando en manos de hombres de Dios, ahora cargan con la culpa y el dolor.
Kery usaba estas vigilias nocturnas, "silicios", como excusa pa' separar a sus víctimas. En una ocasión llevó a un menor a un rancho en La Llanada del Cerro, donde lo obligaron a ver actos sexuales entre Kery y Peguero. También los llevaron a un batey en La Romana y a una iglesia en Villa Cerro. No eran lugares de oración, eran escenas del crimen.
El expediente mostró un patrón conocido. Kery ya había sido condenado en 2021 por agredir a otro menor. En esa ocasión, le dieron una oportunidad: cinco años de prisión suspendida. Tres años después, volvió a lo mismo, pero esta vez el daño fue peor.
"No es justo que dentro de 10 y 5 años este tipo de sujetos esté en las calles tomando nuevas víctimas", dijo el abogado José Alfredo Javier en ese momento. Pero el Código Penal no permite más.
Los abogados querellantes, Ander Severino y José Rivera, sabían lo grave del asunto, pero también que el marco legal tiene sus límites. "El tribunal hizo una sabia apreciación de las pruebas", dijeron ellos. Las pruebas, según contaron, fueron claras: muchos relatos consistentes, contados por menores que no se conocían, pero que coincidían en todo.
La defensa de Peguero, a través de Dionisio Báez, no perdió tiempo en anunciar una apelación. Dijeron que no había pruebas directas. "Solo dos declaraciones fueron usadas, y ninguna señaló a mi defendido", argumentó.
Lo que no se ve en el expediente judicial es lo que cargan los sobrevivientes: años de terapia, si es que pueden conseguirla, y familias destrozadas.
Fue la destrucción de infancias, la traición de la confianza, la ruina emocional de familias enteras. Diez y cinco años de cárcel pa' los que destrozaron vidas enteras. No fue justicia completa. ¿Qué dirá el nuevo Código Penal de eso?
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