La importancia de los ritmos populares en la cultura dominicana
Mira, quien ha tenido la dicha de conocer o charlar con José Duluc sabe que el tipo es un fiebrú de la cultura, la música y el folclore dominicano. Ese hombre respira, vive y arma sus proyectos pensando en cómo mantener nuestra forma de ser.
La vida de Duluc ha girado en torno a investigar los ritmos que se escuchan en los pueblos y barrios de RD. En una entrevista con Diario Libre, él desgranó la cultura criolla, a la que ha estado metiéndole mano por años, igual que a los ritmos folclóricos, encontrando más de 50 en la capital y los campos.
Para José, la cultura no es algo que se queda quieto, cambia, evoluciona con el tiempo y así hay que mirarla.
“Cultural y musicalmente hablando, yo creo que estamos bien. A pesar de todas las cosas que se dicen de la cultura, es cierto que hay una transformación por la globalización y los géneros que nos han llegado de afuera, pero eso siempre ocurrió aquí”, dice él, claro y pelado.
Y sigue: “Nosotros somos un producto del mundo, de todo lo que ha venido, incluso antes de los indígenas que llegaban del sur, de México, de Mesoamérica, de Centroamérica, hasta formarnos como caribeños”.
Él reconoce que el proceso creativo ha dado un giro que tal vez no ha sido tan bueno.
“Porque sí es cierto que, a nivel de los medios, el negocio, la industria, la música cultural está en declive, un poco, con algunas excepciones que hacen una transición y pueden, como yo, por ejemplo, que he logrado algunas piezas mundiales, como La Siguapa, con la que he tenido mucha suerte”.
Más allá de la música de tambores, que otros llaman folclore, RD tiene una variedad de ritmos que la hacen única en el Caribe.
“Cuando hablo de la música de tambores me refiero a la música del campo que está viva, con innumerables formas de tambores, que es un aporte africano”, dice él sobre los orígenes culturales del país.
Este, según él, “es uno de los grandes aportes que nos ha hecho el continente africano, nosotros no somos africanos, pero sí tenemos una parte importante de ellos en nuestra cultura”.
En el siglo XVII se bailó polka, mazurka, estilos europeos que estaban de moda y que nosotros asumimos, y por eso, él cree que ahí está la importancia nuestra, los dominicanos somos los primeros del Caribe, una mezcla de la humanidad; con el tiempo, él ha tomado conciencia de esto, de que hay que cuidar este país y su cultura única, aunque exportamos a otras partes de América que tienen sus variedades de tambores y todo.
El músico dice que los tonos del jazz o del blues “estaban primero aquí, antes de iniciar allá. Aquí fue el primero donde se formó, claro, el ideal de una música nueva, y después fue hasta Estados Unidos, New Orleans, Luisiana”.
Su carrera ha sido tan variada como los ritmos que hay en RD.
“He tenido muchas bandas de fusiones, he hecho merengue, temas de carnaval o de bachatas, pero actualmente he ido perfilando un estilo basado en esto, en la cultura dominicana de los palos, resaltando su importancia de tantos años trabajando y viendo”.
“El año pasado sacamos nuestro primer EP que se llama Tonadas, porque es otro aspecto de la música del palo, no solo los tambores, sino los tonos, la tonada de las canciones, un aspecto que no fue obviado por los músicos”, señala.
Para él, “se ha popularizado la música comercial, la música de la industria, que no pretende formar ni educar, sino solamente ganar dinero y posicionar artistas para una industria. Y ese es un aspecto que afecta la sinceridad del artista”, dice el investigador cultural sobre la música de hoy.
“Estoy en un proceso de ceder algunas canciones a algunos artistas. Sobre todo, a artistas nuevos, emergentes”. Además, “para este año pienso lanzar un EP con nuevos temas. Tengo también un proyecto de merengue, género que está en deuda conmigo desde hace años porque yo nací con este ritmo”. “Estoy preparado para cualquier proyecto que me llegue porque tengo la capacidad de trabajar”, dice quien fue parte de los grupos Palemba y Transporte Urbano, este último liderado por Luis Días, de quien busca preservar su legado.
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