La filosofía que abre preguntas en vez de imponer respuestas
Oye, compay, Jorge Freire no ve la filosofía como algo que se queda en las universidades, porque filosofar no es solo pa' los que están en la academia. Como él dice, cualquiera que se ponga a pensar en qué sentido tiene lo que hace o qué lugar ocupa en el mundo, ya está filosofando.
La gente a veces confunde pensar con ser un terco, pero para él, basta con cambiar la perspectiva y ver las cosas de otra manera.
Para Freire, la filosofía es una rama de la literatura, y ni siquiera la más importante; ese puesto, dice él, es de la poesía.
Por eso él siempre está diciendo que no podemos olvidar que la filosofía también es literatura. Pensar es escribir, y en eso, tanto la forma como la manera de ver son importantes.
A él las ideas no le llegan mientras está sentado. Se dice que es un caminante: necesita moverse, respirar, y siempre anda con una libreta a mano. Su pensamiento tiene que ventilarse, no puede oler a un cuarto encerrado.
Él cree que hay que mezclarse con la vida, con la gente, y caminar por las calles. Hay que saber qué está pasando, sin aislarse en un cubículo o una torre de marfil.
Fue un estudiante distraído, con alma de paseante —y todavía lo es—. Leía como un loco, y lo que de verdad le marcó fue lo que descubrió por su cuenta, lo que leyó sin que nadie se lo impusiera. De esos tiempos le quedó una vocación por la lectura que nunca lo ha dejado.
Él está convencido de que no se puede filosofar sin escribir, aunque muchos lo olviden. Todos sus pensadores favoritos, tanto hombres como mujeres, fueron grandes escritores. Las ideas necesitan tener forma y cuidado en cómo se dicen.
Si no, se van a quedar en el olvido. La comunicación tiene que ser clara, pero también tiene que gustar. Su lema es el de Horacio: «instruir deleitando». No basta con enseñar; hay que hacerlo bien y lograr que el lector disfrute mientras aprende.
Jorge dice que la filosofía puede estar en un libro de cuentos o en una novela, de esas que ahora llaman anfibias o híbridas, y no necesariamente en un ensayo o tratado filosófico.
En *Los extrañados* (Libros del Asteroide, 2024), él asegura que la idea que quería desarrollar se salía de los límites del pensamiento filosófico; pedía ser narrada. Por eso, prefirió contar una historia para que el lector pudiera ver en esos personajes ciertos rasgos y se reconociera en ellos.
Freire recalca que al lector no hay que hacerle el trabajo. Los autores que juzgan a sus personajes, cree él, arruinan su obra. Aunque el escritor tenga un juicio moral, debe guardárselo al momento de escribir. Al final, la filosofía, como la literatura, no está para dar respuestas, sino para abrirnos al pensamiento.
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