El K-pop ta' pegao' a nivel mundial y eso ha cambiado el perfil de los que quieren entrar al ruedo. Ahora hay gente de afuera en los grupos y las audiciones son internacionales.
Un tro de chamaquitos en Corea del Sur le meten duro to’ los días con la esperanza de brillar como estrellas del K-pop. La vaina es estricta: dietas apretás y largas jornadas, como si fueran atletas de alto nivel.
La cosa empieza con audiciones abiertas, y los que tienen más talento pasan a academias duras como S2 Entertainment o A-Top Company. Ahí los preparan en canto, baile, producción musical y pa’ que se pongan fuertes.
Este modelo B2B deja que las agencias grandes como SM o JYP pongan el billete pa’ la formación y después escogen a los más duros.
Las academias medianas forman entre 20 y 30 jóvenes de entre 14 y 18 años, la mayoría de Corea, pero ya hay como un 20% que viene de países como Japón, China o Indonesia.
"Hago ejercicios básicos, clases de baile y clases de canto", dijo un chamaco coreano de 17 años de S2 Entertainment cuando habló con la prensa, pero sin dar su nombre. Dijo que entrena como seis horas al día y hasta diez los fines de semana.
"He estado soñando con convertirme en un ídolo del K-pop desde que era un niño. No quiero hacer otra cosa más que perseguir mi sueño, por eso, a propósito, no tengo un plan B", confesó el joven, que tiene como modelo a Jung Kook, de BTS.
Pero, aunque le pongan ganas, solo unos cuantos debutan. Según S2, la mitad de los que entran se rinden en los primeros seis meses y la formación dura entre cinco y seis años, y a veces hasta una década.
El sistema tiene sus líos, como la presión que meten a los jóvenes. S2 dice que trata de formarlos de manera sana y que los ve como personas completas, no solo como famosos.
"También estamos intentando crear un sistema de consejería psicológica para que los aprendices puedan practicar lo más posible y tener menos estrés", afirmó su CEO, Hong Tae-hwa.
La firma también dijo que a veces la presión viene de los mismos jóvenes o de algunos padres, por eso hablan mucho con las familias.
Otro tema que siempre está en el aire es si los ídolos del K-pop son artistas de verdad o solo productos hechos en serie. En S2 creen que el 70% de la producción artística viene de la empresa, pero el 30% es cosa de los aprendices.
Los representantes de la empresa y el profe de baile dijeron que hasta en las coreografías dejan que los jóvenes metan su sazón y creatividad.
El tema de la sexualización de menores, sobre todo en la ropa de las chicas, también ha sido criticado. El director de A-Top, Jang Jin-young, no está de acuerdo con eso.
"Pensar en términos sexuales sobre cómo visten me parece algo raro, porque son menores de edad. No se debería pensar así sobre un menor", dijo Jang, diciendo que la ropa es parte de la expresión artística de los jóvenes junto con la música y el baile.
"Claro que hay una línea que no se debe cruzar y nuestro trabajo es enseñarles qué está bien y qué no", añadió Jang, que antes era del grupo Black Beat.
Para los que no logran debutar o los que se salen temprano, Jang dijo que, después de que su grupo se deshizo, tuvo problemas de dinero y emocionales, y por eso abrió una academia que da chance a exídolos o aprendices que no lo lograron.
Por sus clases han pasado integrantes del grupo SHINee.
El K-pop ta' tan fuerte que también ha cambiado el perfil de los aspirantes. Ahora hay miembros extranjeros en las bandas y audiciones internacionales.
La "experiencia del K-pop" atrae a muchos que lo ven como hobby. Programas como los del Seoul Culture Lounge ofrecen clases para turistas y residentes.
"La mayoría de los que vienen lo hacen por pasatiempo. No todos quieren ser ídolos y eso está bien", explica a EFE Jin, la profe de una de estas clases.
"Vengo todos los sábados a bailar", cuenta Sara, una guatemalteca que vive en Corea. Andrea, de México, y Joseline, de Ecuador, dicen que lo hacen como ejercicio y para liberar estrés después de estudiar.
A pesar de las críticas, el sistema de formación del K-pop no es muy diferente al que enfrentan los jóvenes atletas en deportes como el fútbol o la gimnasia.
Al final, cada quien decide cómo vivir la experiencia del K-pop: como un pasatiempo para disfrutar de la música y el baile, o como un proyecto de vida al que se entrega todo, incluso sin un plan B.
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