"Celia: el musical" honra a la reina de la salsa con cuentos y cantadera

La cantante y actriz Lucrecia montó un show bacano de dos horas, reviviendo la vida de Celia Cruz. En el centenario de Celia, un corillo de artistas talentosos está rodando por el mundo con una propuesta que seguro está haciendo sonreír el alma de la guarachera de Cuba, donde quiera que esté.

El sábado en la noche fue el turno de la "islita vecina", la República Dominicana. La sala Carlos Piantini del Teatro Nacional Eduardo Brito fue el coro donde nadie quiso perderse la mezcla de bolero, son y salsa que prometía la producción de Vibra Productions. Quien cojeaba llegó con su bastón y los demás, con sus líos y preocupaciones, las dejaron en la puerta para unirse a una sola voz y decir "La vida es un carnaval".

A las 8:40 de la noche arrancó el viaje emocionante por la vida de Celia Cruz, quien nació un 21 de octubre de 1925. Después de "La vida es un carnaval", sonaron "Que le den candela" y "Yemayá". Antes, una proyección mostró a Celia en vida hablando de cómo quería ser recordada.

La historia comienza destacando los problemas sociales que muchos vivimos diario: violencia verbal, racismo y autosabotaje. Desde chamaquita, a Celia le tocó enfrentar el rechazo. Su propio padre, Simón Cruz, le tiró que como artista no iba a llegar lejos por ser "negra y fea".

Todo cambió cuando decidió convertir "su llanto en canción" gracias al don divino del canto. Yelidá Díaz la interpretó en su juventud, cuando con el apoyo de su madre, Catalina Alfonso, y su tía Ana, se afianzó como cantante al ganar un concurso del programa de radio cubano "La Hora del Té" con el tango "Nostalgia".

La obra parte del concepto de un último concierto de Celia, encarnada por Lucrecia, comadre de la fenecida diva latina. Su voz es tan parecida a la de Celia que el público lo aprecia mucho.

La coreografía estuvo a cargo del bacano bailarín dominicano Joan Matos. Un corillo de 12 bailarines trajo acrobacias, color y ritmo al escenario. La dedicación al arte y la pasión por el oficio se sintieron en cada uno de ellos, al igual que la orquesta de 14 músicos que brilló con su profesionalismo.

Lucrecia, en los zapatos de Celia, narró cada etapa de su vida mostrando su conexión con el personaje. Tanto ella, Díaz y Lidia Ariza (quien representó a Cruz en sus últimos años) mantuvieron la esencia de la cantante. Ramón Emilio Candelario personificó a Pedro Knight, el amor fiel de Celia, mostrando el apoyo invaluable que le brindó.

Las interpretaciones de "Duerme negrita", "Caramelos", "Yerbero moderno", "Tu voz", "Cao cao maní picao" y "Burundanga" contaron a la audiencia sobre su nacimiento, salida de Cuba, y su amor por Knight.

El impacto de la muerte de su madre, su mudanza a Nueva York y su colaboración con íconos de la salsa como Johnny Pacheco fueron relatados a través de canciones como "Cúcala", "Nostalgia habanera", "Toro mata", "Bemba colorá", "El guabá", "Te busco", "Usted abusó" y "Quimbara".

El elenco mostró su destreza, especialmente en la escena de la muerte de la madre de Celia, Catalina, que se ganó el aplauso de todos. Este momento coincidió con la prohibición que el presidente de Cuba, Fidel Castro, le hizo a Celia para regresar a su país.

Celia era, sobre todo, una mujer devota y agradecida, reflejando su orgullo en canciones como "Guantánamera", "La dicha mía", "Azúcar negra", "Virgencita" y "Cuba, qué lindos son tus paisajes".

La función echó luz sobre varios aspectos de Celia, como su dedo marcado, el origen de "¡azúcar!" y sus pelucas extravagantes. Terminar con "Yo viviré" invita a la reflexión. Celia representa muchos "no", pero también mucha valentía y autenticidad. Es inevitable conmoverse al ver sus vivencias tan bien representadas.

Celia nunca se victimizó, solo cantó y cantó. Y ahora, esta producción integra su discografía a su historia, mostrando que para cada momento de su vida hay una canción que la acompaña.

Un "¡No me olviden!" fuerte y claro cerró la noche. Una súplica que seguro se cumplirá.

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