"Barberos, máquina e' trabajo 24/7"

En el barrio, el barbero es tan importante como el arroz, habichuelas y carne. Los tigueres dominicanos ni nos damos cuenta de cuánto dependemos de ellos hasta que chequeamos el celular y vemos cuántos números tenemos guardados bajo "peluquero" o "barbero".

Cuando encuentras un barbero que te da el flow que tú buscas, ese pana entra al contacto fijo. Y no solo es el corte, loco, es también cómo te sientes en el coro de la barbería. Hay quienes prefieren barberos que no hablen, y otros que si no hay bulla, mejor no van. Es más, hay gente que llega a la barbería y no se pela con otro barbero si el suyo no está.

Por eso, cuando pasó lo del joven Dawry David Santana, que los policías le cayeron al negocio casi a medianoche, hablamos con los barberos sobre sus sacrificios diarios. "¡A las dos de la mañana eso no es recorte, eso es otra cosa!", dice Alberto Gil Rosario, que lleva casi 30 años pelando y tiene bien claro su horario. "Yo empiezo a las siete de la mañana. He salido a las ocho, a las nueve, porque uno se queda con los clientes, pero jamás he pelado a la una ni a las dos de la madrugada. ¿Quién va a trabajar a esa hora? Eso no tiene lógica".

Alberto trabaja todos los días, de lunes a domingo, unas 12 a 14 horas diarias, pero nunca ha trabajado de madrugada. "Yo trabajo con gente decente. ¿Quién que trabaje serio se va a recortar a las dos de la mañana? Es otra clientela. Eso ya es otro negocio".

Pero para Yilere Martínez, con sus 22 años de experiencia, la tijera sí aguanta la trasnochada. "Yo tengo una tarifa VIP: mil pesos después de las 9:00 de la noche", dice. Atiende a comerciantes y emprendedores que salen tarde de la Zona Colonial, clientes que llegan de los Estados Unidos y artistas que necesitan afeitarse antes de un programa de televisión. "El barbero que trabaja a la una de la mañana tiene visión", afirma con confianza. Yilere no espera que el cliente se adapte a su horario: él se adapta al cliente. "A mí me han llamado de Higüey para eso".

¿Y hasta qué hora aguanta? "He salido de aquí a las tres de la mañana. Uno empieza con uno a las diez, llega otro, después otro... y hay que terminar. Si ya están en fila, no los voy a dejar a mitad. Esos son los clientes VIP. Y esos no tienen hora".

Yilere sabe levantarse un domingo a las ocho de la mañana porque un cliente se lo pide y acostarse hasta que se vaya el último porque además ha sufrido los golpes de la pandemia y también el cierre de calles como peluquero que trabaja en la Ciudad Colonial. Su tarifa fija es de 500 pesos, pero se duplica para quien llega tarde.

Bryant Collado, peluquero veterano, no se inmuta por el reloj. "Si tengo tres clientes en la cabina, yo no me voy hasta que no termine", dice tranquilo. "Yo empiezo a las nueve de la mañana y me puedo quedar hasta las nueve o diez de la noche si hay clientes", explica calmado. Para él, las 12 horas laborales son parte del ritmo de vida. "El fuerte viene después de las cinco de la tarde. Desde las cinco hasta las ocho es que más se mueve", cuenta.

Aunque parece agotador, Bryant tiene su lógica bien calculada. "Uno toma receso entre la una y las dos, pero la barbería arranca en serio después de las cinco. Sobre todo los fines de semana", asegura.

Lo que más le interesa a Bryant no es el reloj, sino la costumbre. "Eso depende mucho del lugar. Si tú acostumbras a tus clientes a que tú abres a las doce del día, ellos llegan a esa hora. Si abres a las dos de la tarde, ellos también se adaptan. Pero si tus clientes saben que tú abres a las ocho de la noche, tú no puedes venir a cerrar a las siete", afirma.

En un trabajo donde la informalidad es la norma, Bryant defiende la coherencia. "El cliente viene cuando sabe que tú estás. Y uno tiene que estar. Yo tengo mis horas, pero si se llenó el sitio a las ocho, yo no me voy a parar".

Adonis lleva 15 años recortando cabezas y levantando su barbería desde que sale el sol hasta que se mete. Ha visto cómo el oficio ha cambiado, cómo las barberías se han convertido en espacios sociales, cómo muchos colegas han incluido cervezas en el menú. Y también ha visto cómo, por esa misma razón, el trabajo de algunos termina cerrado... pero por la policía.

"No es fácil lo que está pasando", dice Adonis, reflexionando sobre el reciente cierre de una barbería en Boca Chica por parte de Interior y Policía. "Hay barberos que hacen un desorden. Ponen música alta, no respetan a los vecinos. Pero eso no somos todos".

Según él, el problema no está en el oficio, sino en el cruce con otro negocio: el de vender bebidas alcohólicas. "Cuando tú decides poner un freezer con cervezas, ya la barbería baja un 50 % de lo que es. Si después de las diez de la noche hay gente bebiendo en la barbería, aunque no estés pelando, ya te pueden cerrar", admite.

"Uno no tiene ese control de horario. La gente que vive en los barrios lo sabe: la mayoría llega tarde de su trabajo, y uno tiene que brindarle un servicio al cliente", explica Yifreidi, barbero en el ensanche Quisqueya, con la certeza de quien ha pasado muchas noches de pie esperando que llegue el último.

"A veces uno se llena de clientes. Se te va el tiempo. Si tú dices que pelar a alguien te toma 10 o 20 minutos, estás apurado. Una pelada bien hecha, con alguien mayor, puede durar hasta una hora."

¿Ha cambiado el negocio? "Claro que ha cambiado el modelo de la barbería", dice. "Antes era solo recortar. Ahora es más como un salón. Tú usas bata, haces tinte, hasta se les da el blower a algunos. Aquí no lo hacemos, pero la mayoría de las barberías ya tienen ese servicio".

Para Yifreidi, pretender encerrar la barbería en un horario estricto es desconocer lo que pasa en la calle. "No es solo cortar, es servir. Y si tú le cierras la puerta a alguien que salió de trabajar a las siete de la noche, lo vas a perder. ¿Y de qué se vive entonces?".

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