Amaury Sánchez y la Filarmónica 'tán de fiesta con la grandeza de Beethoven

El maestro Amaury Sánchez, un tiguerazo de la música en RD, va a montar un conciertazo dedicado a dos sinfonías de ese durísimo alemán, Beethoven, como parte de su plan de hacer que la música clásica llegue a to’ el mundo. Amaury es el capo fundador de la Orquesta Filarmónica de Santo Domingo y lleva más de 40 años dándole durísimo a la escena musical dominicana. Además de ser un verdugo como percusionista, compositor, director de orquesta y productor teatral, también es productor y director musical de pilas de proyectos.

El pana Amaury quiere que la Filarmónica tenga de to’ en su repertorio, desde música clásica hasta lo más pegado del folclore y la música popular dominicana. La Filarmónica, bajo su batuta, va a tocar el concierto "Todo Beethoven" el 11 de junio en la sala Carlos Piantini del Teatro Nacional.

En el coro van a tocar la Quinta y Séptima Sinfonías de Beethoven. La Quinta Sinfonía, conocida como la Sinfonía del destino, es una vaina que te pone los pelos de punta. Esa sinfonía es famosa por ese ritmo candente de cuatro notas que todo el mundo reconoce. La Quinta es una obra maestra que pasa de la tragedia al triunfo y se estrenó en un concierto larguísimo en Viena en 1808. Aunque fue un boche al principio, después en Leipzig la vaina fue un palo. Personalmente, me encanta la grabación de Carlos Kleiber con la Filarmónica de Viena en 1974, eso es pura energía.

Por otro lado, la Séptima Sinfonía en la mayor, Op. 92, es pura felicidad. Fue estrenada en 1813 y es conocida por ser súper alegre, con excepción del segundo movimiento, que tiene su toque melancólico. Wagner dijo que esta sinfonía es la apoteosis de la danza, y con razón. El público se volvió loco la noche de su estreno, celebrando la derrota de Napoleón.

Hay grabaciones que son una joya, como la de Karajan con la Filarmónica de Berlín. De verdad, los animo a que busquen estas grabaciones y se den cita el miércoles 11 para vivir esta experiencia en vivo. Les dejo la versión de Carlos Kleiber con la Orquesta del Concergebouw, que está demasiado dura.

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