Aquí en el patio, el amor por los carros se ha pasado de la raya con el tema del ruido. Todas las noches, en las avenidas, túneles, barrios y hasta frente a los hospitales, los motores suenan como si fueran parte de una carrera clandestina. Y hasta parece que están disparando.
Todo esto no es por casualidad: detrás de esos ruidos está una moda que se está volviendo común y que casi no tiene control: la reprogramación electrónica de los carros.
Hoy día, los carros modernos tienen una computadora interna, la ECU, que controla cómo debe funcionar el motor: cuánto combustible echar, cuándo hacerlo, cómo mezclar el aire con el combustible, cuánta presión dejar en el turbo y hasta cuándo cambiar de velocidad (en los automáticos).
Reprogramar un motor es cambiar ese software original.
Con una laptop y el cable correcto, cualquier técnico medio conocedor puede conectarse a la ECU, copiar su programación, cambiar parámetros importantes (como el corte de inyección, el punto de encendido o el control de emisiones) y cargar el archivo "tuneado" de nuevo al sistema del carro.
Eso que muchos llaman backfire —ese sonido seco y explosivo que parece un tiro o un petardo saliendo del tubo de escape— no es un fallo: es un efecto que se busca. ¿Cómo se logra?
Algunos instalan launch control falsos o activan mapas de potencia especiales con un botón o desde el celular, lo que les permite provocar esos "disparos" cuando quieran, hasta parados.
Para algunos, eso es pura adrenalina, pero para la mayoría es un verdadero fastidio.
Además del boche nocturno, estas modificaciones también quitan los sistemas de control de emisiones, lo que empeora el aire y daña más rápido el motor.
El ruido que hacen estos carros no es cosa de percepción. Un carro con backfire y escape libre puede pasar de los 90 decibeles, cuando la OMS dice que en zonas residenciales no debería pasar de 55 decibeles por la noche.
O sea, lo que debería ser un motor normal se convierte en una máquina de bulla en la ciudad.
Ahora mismo, la Digesett y las autoridades de tránsito no tienen la tecnología para detectar estas alteraciones.
Las inspecciones a ojo no detectan una reprogramación, y los escapes ilegales muchas veces son quitapón, lo que permite burlar los controles.
Tampoco hay una regla clara que diga que está prohibido reprogramar sin permiso, como sí pasa en países como Alemania, donde si cambias la ECU sin certificar, te anulan el vehículo para la carretera.
Mientras tanto, los ruidos toman las calles. La ciudad suena, pero no por su cultura, sino por los acelerones sin sentido, los "disparos" de los carros parqueados en el malecón o en barrios tranquilos, y la falta de reglas que cuiden el descanso de la gente.
Que alguien quiera más potencia o un mejor rendimiento del motor es entendible. Pero que eso signifique no dejar dormir al vecindario o llenar de explosiones artificiales las noches de la capital, ya no es tuning, es una invasión sonora.
Es una práctica que necesita regulación urgente y que la gente entienda que vivir en comunidad también incluye el derecho a dormir en paz.
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